
Por qué los hombres que mantienen amistades después de los 40 viven más
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Tiempo de lectura 6 min
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Cuando somos jóvenes pensamos en la amistad como algo espontáneo y fácil de mantener. Pero a medida que pasan los años, las responsabilidades, la familia y el trabajo empiezan a ocupar el centro de tu vida y muchos de los lazos de amistad que considerabas esenciales, ahora son periféricos. Esto se agrava en el caso de los hombres: muchos llegan a los 40 con un círculo social reducido y una agenda que deja poco margen para cuidar las relaciones de amistad.
Sin embargo, la ciencia es clara: los hombres que conservan amistades sólidas viven más, se sienten más felices y disfrutan de una mejor salud mental y física (Holt-Lunstad et al., 2010).
Más allá de la edad, cuidar y consolidar vínculos de amistad es una inversión en bienestar a largo plazo. Los vínculos emocionales nos ayudan a gestionar el estrés, a sentirnos acompañados y a mantener una conexión con nuestra identidad más auténtica. En un momento vital donde la rutina puede parecerlo todo, los amigos actúan como un aviso que nos recuerda quiénes somos más allá de nuestras obligaciones.
Puede que te parezca una exageración hablar de “soledad” en los hombres mayores de 40, pero es precisamente porque sigue siendo un tema tabú. La mayoría crece bajo mandatos culturales que premian la autosuficiencia, el control y la competitividad, dejando poco espacio para la vulnerabilidad o el afecto entre hombres.
De hecho, muchos hombres confunden la independencia con la desconexión. Pero la falta de vínculos cercanos no solo afecta al estado de ánimo, sino también al cuerpo. La soledad crónica se ha asociado con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, deterioro cognitivo y mortalidad prematura (Cacioppo & Cacioppo, 2018).
El problema es que el aislamiento rara vez se presenta de golpe. Ocurre poco a poco: un amigo que se muda, otro que tiene hijos, un trabajo que absorbe todo el tiempo… hasta que un día, sin darte cuenta, has pasado meses sin tener una conversación profunda con alguien a quien quieres.
Romper con este patrón implica asumir que la amistad, al igual que cualquier otra relación importante, requiere cuidado activo. Vale, puede que no tengas todo el tiempo que te gustaría para cuidar de tus amigos, pero no conlleva grandes inversiones. A veces basta con pequeños gestos.
No es una forma de hablar: tener buenos amigos literalmente puede alargar tu vida. Un metaanálisis de la Universidad Brigham Young, que revisó datos de más de 300.000 personas, concluyó que quienes mantenían relaciones sociales significativas tenían un 50% más de probabilidades de vivir más que aquellos con vínculos débiles o inexistentes (Holt-Lunstad et al., 2010).
Las razones son múltiples, pero destacan tres:
Reducción del estrés: las interacciones sociales positivas (como un plan distendido con amigos) activan la liberación de oxitocina, una hormona que disminuye la presión arterial y reduce la ansiedad.
Apoyo emocional: compartir preocupaciones con alguien de confianza previene la rumiación y protege frente a la depresión. Sí, desahogarte con tus amigos es bueno para tu salud mental.
Motivación conductual: los amigos pueden impulsar hábitos más saludables —hacer ejercicio, comer mejor, reducir el consumo de alcohol o tabaco— de forma natural. Aunque esto, evidentemente, depende de con quién te juntes.
En definitiva, la amistad actúa como un “sistema inmunitario emocional”. Nos hace más resistentes a las adversidades y nos ayuda a mantener la perspectiva ante los retos de la vida adulta.
A los 20 o 30 años, las amistades suelen girar en torno a la diversión, las afinidades o las experiencias compartidas. Pero con el paso del tiempo, esas relaciones evolucionan: dejan de ser una cuestión de cantidad y se convierten en una cuestión de calidad.
A partir de los 40, los hombres tienden a buscar amistades más auténticas, menos basadas en la competencia y más en la conexión emocional. Sin embargo, muchos se encuentran con una dificultad añadida: no han sido educados para hablar de emociones con otros hombres.
Este bloqueo comunicativo suele generar una sensación de distanciamiento incluso entre amigos de toda la vida. Por eso, para reaprender a conectar es necesario abrirse con nuestros amigos desde la honestidad y la vulnerabilidad: compartir preocupaciones, hablar de cómo nos sentimos y no limitar las conversaciones al fútbol, el trabajo o las noticias.
Al contrario de lo que muchos puedan llegar a creer, practicar la vulnerabilidad —ese “cómo estás, de verdad”— no debilita ni te hace parecer frágil, sino que fortalece los vínculos y abre la puerta a que tus amigos y familiares sean más directos contigo.
El estrés, especialmente en la mediana edad, se ha convertido en el principal acompañante para la mayoría de adultos, pero en el caso de los hombres, se trata de un acompañante silencioso. Entre las responsabilidades laborales, familiares y económicas, el cuerpo y la mente viven en un estado constante de alerta.
Las relaciones cercanas e íntimas entre amigos ayudan a contrarrestar ese efecto. Algunos estudios recientes indican que compartir tiempo con amigos reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y mejora la capacidad de recuperación ante eventos difíciles (Pressman et al., 2019).
Tener un amigo con quien hablar sin sentirte juzgado es una de las formas más potentes de autocuidado. No se trata de resolver los problemas del otro, sino de sentirnos vistos y comprendidos. Ese apoyo mutuo funciona como un amortiguador emocional que protege la salud mental. Y es que, muchas veces, cuando un amigo nos cuenta un problema, no busca una solución, sino simplemente apoyo emocional.
Además, la amistad fomenta el humor y la capacidad de disfrutar el presente: dos factores que tienen un impacto directo en la regulación emocional y en la percepción de bienestar.
Si sientes que tus amistades se han enfriado con el tiempo, no estás solo. Pero la buena noticia es que nunca es tarde para reconstruirlas o crear nuevas. A continuación, te doy algunos pasos sencillos que puedes dar para empezar:
1. Retoma el contacto. Un simple mensaje o una llamada puede abrir la puerta a una conversación más profunda. A menudo, la otra persona también lo está esperando y quizá no se ha atrevido a dar el paso por miedo a incomodar o importunar.
2. Planifica encuentros cara a cara. No basta con mantener el contacto digital. El encuentro físico, el cara a cara, genera una conexión emocional más fuerte y duradera.
3. Crea rutinas sociales. Igual que reservas tiempo para hacer deporte o descansar, reserva un espacio en tu agenda para compartir con amigos. La constancia fortalece los lazos. No consiste en verse todas las semanas, pero sí en crear cierta periodicidad.
4. Busca espacios comunes. Desde clubes deportivos, hasta grupos de lectura, voluntariado o actividades culturales. Se trata de buscar oportunidades para conocer gente con intereses similares a ti.
5. Aprende a expresar emociones. Hablar de lo que sientes no te hace menos fuerte. Te hace más humano y, sobre todo, más cercano. Pero si tienes dificultades con tu capacidad de expresión, puedes contar con la ayuda de un profesional para que desarrolles tu inteligencia emocional.
Al fin y al cabo, mantener buenas amistades no es cuestión de suerte, sino de compromiso mutuo. Y ese compromiso empieza por ti.
La salud no se mide solo en cifras de colesterol o en kilómetros recorridos. También se refleja en cómo te sientes con las personas que te rodean. Cuidar tus vínculos es cuidar tu mente y, en última instancia, tu cuerpo.
Desde la psicología sabemos que los hombres que mantienen redes sociales activas presentan menos síntomas de ansiedad, depresión y fatiga crónica (Umberson & Montez, 2010). Además, quienes se sienten emocionalmente acompañados tienden a dormir mejor y a mantener hábitos más equilibrados.
Por eso, hablar de bienestar masculino no es solo hablar de ejercicio, descanso o alimentación, sino también de relaciones humanas. En un mundo cada vez más digital, los lazos reales siguen siendo uno de los factores más protectores frente al malestar.
Llegar a los 40 no significa que la vida social se termine o se estanque; al contrario, es el momento perfecto para darle un nuevo sentido. Las amistades maduras no se construyen desde la obligación, sino desde la elección de querer compartir tiempo, experiencias y emociones.
Cuidar a tus amigos no es un extra, es una inversión en tu salud a largo plazo. Porque, como demuestra la ciencia, los hombres que mantienen amistades después de los 40 no solo viven más… también viven mejor.
Cacioppo, J. T., & Cacioppo, S. (2018). The growing problem of loneliness. Lancet (London, England), 391(10119), 426. https://doi.org/10.1016/S0140-6736(18)30142-9
Holt-Lunstad, J., Smith, T. B., & Layton, J. B. (2010). Social relationships and mortality risk: a meta-analytic review. PLoS medicine, 7(7), e1000316. https://doi.org/10.1371/journal.pmed.1000316
Pressman, S. D., Jenkins, B. N., & Moskowitz, J. T. (2019). Positive Affect and Health: What Do We Know and Where Next Should We Go?. Annual review of psychology, 70, 627–650. https://doi.org/10.1146/annurev-psych-010418-102955
Umberson, D., & Montez, J. K. (2010). Social relationships and health: a flashpoint for health policy. Journal of health and social behavior, 51 Suppl(Suppl), S54–S66. https://doi.org/10.1177/0022146510383501