
5 tips para gestionar mejor tu tiempo (y dejar espacio para tu bienestar íntimo)
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Tiempo de lectura 5 min
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La gestión del tiempo se ha convertido en uno de los grandes retos de nuestra vida moderna. Entre el trabajo, los compromisos familiares, las amistades, los estudios y el ocio, parece que nunca hay suficientes horas en el día. Todo esto se agrava por la sobreexposición a planes y eventos a través de las redes sociales que nos generan ansiedad por querer participar de ellos. Sin embargo, lo que solemos olvidar es que una agenda saturada no solo afecta a nuestra productividad, también repercute en nuestra salud física y mental.
Cuando no reservamos espacio para descansar, movernos, desconectar o atender nuestras necesidades más básicas, les pasa factura a nuestro cuerpo y mente. Desde mi experiencia como psicólogo y sexólogo, puedo decir que muchos hombres llegan a consulta con síntomas de estrés, cansancio o falta de motivación que tienen su raíz en una mala organización de su tiempo.
La buena noticia es que no se trata de trabajar más horas ni de llenarse el móvil de aplicaciones de productividad. La clave está en aprender a gestionar el tiempo de forma consciente, priorizando lo que realmente importa y liberando espacio para tu bienestar. Pero, ¿cómo lo hago sin morir en el intento? Te voy a compartir 5 tips prácticos para mejorar tu relación con el tiempo y, por lo tanto, contigo mismo.
La primera gran trampa de la gestión del tiempo es creer que todo es igual de importante. Si todo lo es, en realidad nada lo es. Por eso, el primer paso es poner sobre la mesa qué cosas son prioritarias en tu vida y cuáles no.
Un ejercicio muy sencillo es dividir tu semana en dos columnas:
En una, apunta las actividades que te dan energía, motivación o satisfacción: lo que te apetece
En la otra, anota las que te la quitan o simplemente cumplen con la rutina: las responsabilidades
Te sorprenderá ver cómo siempre dedicamos más horas a las segundas que a las primeras. Cuando identificas tus prioridades reales —ya sea tu descanso, tu bienestar físico, pasar tiempo de calidad con tus seres queridos o mantener un hábito que te ayuda a sentirte bien—, puedes reorganizar la agenda para darles el espacio que merecen.
Este proceso, además, te ayuda a rebajar el sentimiento de culpa. No se trata de hacerlo todo, sino de centrarte en lo que te suma.
Una de las principales fuentes de estrés viene de nuestra dificultad para poner límites. Decimos “sí” a compromisos, tareas o planes que en realidad no queremos hacer, por miedo a decepcionar a otros o a quedar mal.
El problema es que ese tiempo que le damos a los demás lo estamos restando de nuestro propio cuidado. Aprender a decir “no” de manera asertiva no significa ser egoísta en el mal sentido, significa ser consciente de que tu energía y tu tiempo son limitados.
En psicología hablamos mucho de la importancia de los límites sanos: decir “no puedo” o “ahora mismo no me viene bien” es una herramienta de autocuidado tan importante como comer bien o dormir lo suficiente.
Un consejo práctico: antes de aceptar un compromiso, hazte estas dos preguntas rápidas:
“¿Esto encaja con mis prioridades actuales?”
“¿Lo hago desde el deseo o desde la obligación?”
Si la respuesta es la segunda, quizás ha llegado el momento de practicar ese “no” que tanto te cuesta. Ojo: si se trata de una cuestión en la que una persona cercana o importante nos está pidiendo ayuda o apoyo, tenemos que valorar cuidar también ese vínculo. La diferencia entre el egoísmo positivo y el negativo parte de cómo nos responsabilizamos y cuidamos a los demás.
Tendemos a pensar que cuidarnos implica disponer de largas horas para hacer deporte, meditar o dedicarnos a nuestras aficiones. Pero la realidad es que el bienestar se construye en pequeños gestos diarios.
Algo tan sencillo como un paseo de 15 minutos, apagar las notificaciones durante la comida o reservar media hora al final del día para leer son actos que te aportan un gran efecto positivo en tu equilibrio mental.
Estos microespacios funcionan como válvulas de escape para la mente, que necesita descansar y desconectarse para no vivir en un estado de alerta constante. La investigación científica lo confirma: las pausas breves y regulares durante la jornada mejoran el rendimiento, reducen el estrés y favorecen la concentración (Kühnel et al., 2016).
Así que no subestimes el poder de los pequeños huecos. No necesitas un retiro de fin de semana para sentirte mejor: a veces basta con respirar, caminar o simplemente hacer nada durante unos minutos. Descansar y desconectar no es lo mismo que procrastinar.
Nuestro cuerpo está diseñado para moverse, pero la rutina laboral y la vida nos empujan a pasar horas sentados frente a una pantalla. El sedentarismo no solo afecta a la salud física, también influye en el estado de ánimo, la energía diaria y el descanso nocturno.
La buena noticia es que no necesitas pasar dos horas en el gimnasio para notar cambios. Las llamadas “pausas activas” o los estiramientos cortos en la oficina tienen un impacto positivo en tu circulación, tu postura y tu nivel de energía. Además, una forma muy buena de reducir los niveles de estrés y de regular la ansiedad es caminar o hacer ejercicio moderado con frecuencia.
Lo importante es que el movimiento forme parte de tu día a día de manera natural: subir escaleras en vez del ascensor, levantarte cada hora para estirar, dar un paseo mientras hablas por teléfono o incluso incorporar rutinas breves de movilidad en casa.
El objetivo no es el rendimiento físico, sino reconectar con tu cuerpo y mantenerlo activo. Y eso repercute directamente en tu bienestar general.
Que construyas una agenda que te funcione a la perfección hoy no significa que siga sirviendo dentro de un mes. La gestión del tiempo es un proceso dinámico que requiere revisiones constantes.
Por eso, te recomiendo dedicar unos minutos a final de cada semana para evaluar cómo has invertido tu tiempo. Esto te permite detectar qué actividades han sido útiles realmente y cuáles no. Esta reflexión es clave para hacer ajustes y evitar caer en la inercia. Además, esta práctica te ayuda a detectar cuándo estás sobrecargado y necesitas aligerar compromisos, o cuándo puedes incorporar nuevos hábitos que contribuyan a tu bienestar.
Recuerda: organizar tu tiempo no implica llenarlo de más tareas, sino de crear un equilibrio entre las obligaciones y tu propio cuidado.
La gestión del tiempo no es un simple truco de productividad: es una herramienta de salud y bienestar. Cuando aprendemos a priorizar lo que importa, a decir que no, a incluir microespacios de desconexión, a mover el cuerpo y a revisar de manera flexible nuestra agenda, no solo ganamos horas, también ganamos calidad de vida.
Cuidar de ti mismo requiere tiempo, y ese tiempo no aparece por arte de magia: se construye con decisiones conscientes. Al final, gestionar bien tu tiempo es una forma de cuidarte y de valorar lo que de verdad te importa.
Kühnel, J., Zacher, H., de Bloom, J., & Bledow, R. (2016). Take a break! Benefits of sleep and short breaks for daily work engagement. European Journal of Work and Organizational Psychology, 26(4), 481–491. https://doi.org/10.1080/1359432X.2016.1269750