
Fútbol y testosterona: ¿Cómo influye el deporte en el deseo sexual masculino?
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Tiempo de lectura 5 min
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Si estás leyendo esto, lo más probable es que el fútbol forme parte de tu vida de alguna manera. Te gusta verlo, comentarlo, vivirlo. Y quizás, después de un partido intenso, has sentido que algo en ti se activa: más energía, mejor humor, más ganas de moverte… incluso de tener sexo. No eres el único. Lo curioso es que esto no es simplemente una impresión: hay una explicación detrás, y tiene que ver con cómo funciona tu cuerpo.
El fútbol, aunque lo vivas desde la grada o el sofá, no solo despierta emociones; también pone en marcha mecanismos hormonales que afectan directamente a tu estado físico y emocional. Y uno de los protagonistas en esta historia es la testosterona, esa hormona de la que se habla mucho, pero se entiende poco.
Hoy vamos a ver qué relación hay entre un partido de fútbol y el deseo sexual masculino. Sin exagerar, sin mitos y, sobre todo, sin caer en clichés. Porque el cuerpo tiene sus propios códigos y merece que lo escuchemos con algo más de atención.
La testosterona es una hormona que, en los hombres, tiene múltiples funciones: ayuda a mantener la masa muscular, regula el estado de ánimo, influye en los niveles de energía y, sí, también en el deseo sexual. No es la única responsable, pero juega un papel importante.
Ahora bien, ¿qué tiene que ver todo esto con el fútbol? Pues bastante. Varios estudios han demostrado que las situaciones de competencia (aunque no seas tú quien compite físicamente) pueden generar un aumento de testosterona. Especialmente si tu equipo gana. Ver un partido, vivirlo intensamente y celebrar una victoria no es tan distinto, a nivel hormonal, de haber participado tú mismo en un juego.
Un estudio clásico publicado en Physiology & Behavior (Bernhardt et al., 1998) demostró que los hinchas de equipos ganadores experimentaban una subida significativa de testosterona justo después del partido. Y no hablamos solo de una subida emocional: era medible en sangre.²
Ese subidón hormonal tiene consecuencias. Te sientes más alerta, más potente, incluso más atractivo. Y sí, también puede aumentar el deseo sexual. Porque el cuerpo interpreta ese momento como una especie de “triunfo” y reacciona como lo haría tras cualquier victoria.
La relación entre competencia y deseo no es nueva. Desde la psicobiología, se sabe que la testosterona está estrechamente vinculada a conductas de dominancia, motivación y búsqueda de recompensa. Es decir, cuando sientes que has ganado algo, tu cuerpo lo celebra con un cóctel hormonal que te hace sentir en la cima del mundo… aunque solo hayas estado animando desde el salón de casa.
No es solo una cuestión de biología. Hay algo también en lo simbólico: cuando tu equipo gana, tú también ganas un poco. Te sientes más seguro, más capaz, más “en forma”. Esa sensación de control y autoestima elevada también influye en cómo te percibes y en cómo se activa tu deseo. De hecho, un estudio de Mazur y Booth (1998) analizó cómo la testosterona aumenta no solo tras el éxito físico, sino también tras el éxito percibido o simbólico.³
Y sí, puede que estés en chándal y con migas de pizza en la camiseta, pero si tu equipo ha marcado en el último minuto, tu cuerpo puede estar reaccionando como si acabaras de conquistar el mundo. O al menos, como si lo hubieras intentado.
Ahora bien, no todo se reduce a niveles hormonales. El deseo sexual, incluso en los hombres, también es emocional. Aunque nos hayan repetido hasta el cansancio que “los tíos funcionan por impulso”, lo cierto es que muchas veces el deseo responde a cómo te sientes, no solo a lo que pasa en tu cuerpo.
El fútbol, con toda su carga emocional (tensión, alegría, rabia, celebración…) actúa como un acelerador de emociones intensas. Y esa intensidad, a veces, necesita una vía de salida. A veces es saltar, gritar, abrazar. Otras veces es comer, dormir o tener relaciones sexuales. No siempre porque haya “ganas” en el sentido clásico, sino porque el cuerpo está intentando regular ese estado de activación.
La psicóloga Sarah Hunter Murray, autora del libro Not Always in the Mood, plantea que muchos hombres experimentan el deseo no solo como un impulso físico, sino como una forma de conexión, de regulación emocional o incluso de reafirmación personal.⁴ En otras palabras, no es tan simple como “más testosterona = más sexo”. El deseo también es una forma de traducir lo que estamos sintiendo.
Hablemos claro: vivimos en una cultura que espera que los hombres siempre tengan ganas, que estén disponibles, que respondan a la mínima. Pero eso no es real. Y cuando lo es, muchas veces está sostenido por la presión de rendir, de estar “a la altura”, de no quedarse fuera del guion.
El fútbol a veces funciona como una válvula de escape para esa presión. Es un espacio permitido para sentir, para emocionarse, para descargar tensión. Pero si reducimos todo a una narrativa simplista de “partido = testosterona = sexo”, estamos ignorando lo complejo que puede ser el deseo masculino.
También hay que decirlo: no sentir deseo después de un partido no significa que haya “algo mal”. El deseo no siempre sigue un patrón. Puede aparecer, desaparecer, transformarse. Y eso también es parte de la experiencia de ser hombre. Dejar espacio para hablar de eso, sin burlas ni clichés, es una forma de cuidar la salud sexual y emocional.
El cuerpo habla, aunque no siempre sepamos escucharlo. A veces lo hace con sudor, con gritos, con ganas. Otras veces con cansancio o con silencios. El fútbol, aunque parezca solo un pasatiempo (o un modo de vida, según muchos), toca muchos botones emocionales que luego afectan al cuerpo. Y puede traducirse como energía, como deseo o como necesidad de conexión.
Entender que hay una relación entre la emoción vivida y la reacción corporal no significa caer en explicaciones simplonas. Significa darse cuenta de que somos seres complejos, y que lo que pasa en un campo de fútbol también puede decir mucho sobre lo que pasa dentro de uno mismo.
Así que si después de un partido te sientes más encendido, más activo, con más ganas de vivir... no es casualidad. Es tu cuerpo diciendo “esto me ha tocado”. El deseo no siempre tiene que ser inmediato ni espectacular. A veces, simplemente, es una forma de recordar que estás vivo.
Bernhardt, P.C., Dabbs, J.M., et al. (1998). Testosterone changes during vicarious experiences of winning and losing among fans at sporting events. Physiology & Behavior.
Mazur, A., Booth, A. (1998). Testosterone and dominance in men. Behavioral and Brain Sciences.
Hunter Murray, S. (2019). Not Always in the Mood: The New Science of Men, Sex, and Relationships.
Gielen, A.C., et al. (2007). Men's roles in sexual and reproductive health. The Journal of Men's Health & Gender.