
Selfies en el espejo: ¿Por qué los hombres sienten la necesidad de verse bien antes del sexo?
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Tiempo de lectura 4 min
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A menos que vivas en una cueva, estamos en la era de la hiperconexión digital y la cultura de la imagen. Así que, hay elementos, como el espejo, que han dejado de ser solo un reflejo en el que verse para peinarse o arreglarse. Y es que hoy, para muchos hombres, se ha convertido en una especie de escenario donde se “negocia” la autoestima, la virilidad y, por supuesto, el deseo.
Hacerse selfies frente al espejo, especialmente antes de un encuentro sexual, es más que una moda: es un gesto cargado de significados psicológicos y culturales. Así que no subestime el poder del espejo como aliado o enemigo de tu sexualidad.
Por lo tanto, si quieres sacarle partido al asunto, te recomiendo que te quedes aquí, en este artículo, en el que exploramos por qué cada vez más hombres sienten la necesidad de verse bien antes del encuentro sexual y cómo influye esto en su identidad y en sus relaciones.
Si pensamos en la atracción física, los hombres han sido tradicionalmente socializados para mirar y desear, no para ser mirados o deseados. Es por eso que casi todo el peso de mantenerse atractivas ha recaído sobre la mujer: han sido responsabilizadas de cumplir con los cánones de moda, de estética y de cuidar su imagen al milímetro.
Sin embargo, en los últimos años, esta dinámica ha empezado a repartirse de una forma más equitativa. Las redes sociales, los selfies y el culto al cuerpo han transformado el modo en que muchos hombres se perciben a sí mismos y desean ser percibidos. Y es que el umbral para fijarse en una potencial pareja ha subido y, con ello, lo que tenemos que ofrecer como hombres.
Si esto lo llevamos al terreno sexual, verse bien antes de un encuentro íntimo no es solo una cuestión de higiene o presentación. Es una forma de reafirmarse, de recuperar una sensación de control y de proyectar una imagen deseable. Sacarse un selfie en el espejo es para muchos chicos una especie de ritual de validación personal: “estoy listo, me gusto, puedo gustar”.
Gracias a los avances en el campo de la Psicología, sabemos que el deseo sexual no es solo biológico, sino que está profundamente vinculado a la autoestima. Es por eso que sentirse atractivo, deseado o “suficiente” suelen ser un requisito previo para poder disfrutar de las relaciones o incluso vivir el placer de una forma más intensa. Para muchos hombres, verse bien es una forma de empoderamiento sexual, pero también una respuesta a la creciente presión estética que, hasta hace poco, recaía casi exclusivamente sobre las mujeres como mencionamos anteriormente.
Desde la musculatura general, pasando por el abdomen plano o la piel sin imperfecciones... los nuevos estándares que marcan cómo debe verse un cuerpo masculino “deseable” han aumentado y se han intensificado. Pero lo peor del asunto es que esta presión no siempre se asume conscientemente, a pesar de que sí influye en conductas como arreglarse antes del encuentro, buscar el ángulo perfecto o revisar la imagen una y otra vez.
Pero no es malo todo lo que rodea el mundo de la imagen: hacerse selfies en el espejo también puede ser una forma de aliviar la ansiedad. En un contexto donde las expectativas sexuales —propias o ajenas— son altas, la imagen funciona como un escudo que protege del miedo al rechazo. El selfie permite controlar lo que el otro verá, lo que uno cree que debe proyectar.
Además, el espejo no solo refleja el cuerpo, sino el estado emocional. De la misma forma que cuando comunicamos, no solo lo hacemos con la boca, algunos hombres se observan para convencerse de que están a la altura; otros, para encontrar esa chispa de deseo propio que a veces se apaga en medio del estrés, las inseguridades o las comparaciones constantes con otros modelos idealizados.
No todo selfie frente al espejo es un síntoma de la vanidad que nos rodea hoy en día. Cuidarse, gustarse y seducirse a uno mismo también pueden contemplarse como formas de erotismo y de autocuidado. De hecho, los expertos en Sexología, defienden que el deseo empieza en uno mismo: si no nos sentimos deseables, es difícil abrirnos al placer compartido.
Verse bien, arreglarse, o incluso compartir esa imagen con una pareja (o en apps de citas) puede ser parte del juego erótico, de una dinámica donde la imagen no es pura superficialidad, sino un lenguaje más de la intimidad. Eso sí, siempre que se viva con libertad, sin ansiedad ni dependencia del “me gusta”.
La necesidad de verse bien antes del sexo ya no es exclusiva de las mujeres. Cada vez más hombres también viven su cuerpo como un territorio donde se juega el deseo, la autoestima y el vínculo con el otro. Por ende, hacerse selfies en el espejo es una forma moderna —y muy humana— de mirar(se) y ser mirado.
Lejos de juzgar esta conducta, podemos leerla como una invitación a revisar nuestras propias narrativas sobre la masculinidad, el cuerpo y el deseo. Porque en el fondo, todos buscamos lo mismo: sentirnos suficientes, deseables y en conexión con quienes somos y con quienes nos desean.
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